No, el dolor no se romantiza. No se embellece lo que desgasta el alma.

No, el dolor no se romantiza. No se embellece lo que desgasta el alma.

La muerte de un hijo no se transforma en poesía, se convierte en una herida que respira conmigo cada día.

Me levanto con el cuerpo aquí, pero con el corazón atrapado allá, donde vive quien ya no está, donde hay días en los que simplemente no quiero seguir, en los que abrir los ojos es una derrota más.  Días en los que la vida pesa tanto que hasta el aire parece un castigo.

Pero aún así… en medio de esta oscuridad tan espesa, hay una certeza que no me suelta: ¡Dios está conmigo!

Aunque no lo entienda, aunque a veces no lo sienta, Él está ahí, en el silencio de mis lágrimas, en los brazos que me consuelan, en los suspiros que me recuerdan que sigo viva. No me suelta, no me deja caer del todo. Me sostiene, incluso cuando ya no tengo fuerza para sostenerme a mí misma, me levanta, aunque no quiera caminar. Y aunque este duelo no tenga fecha de caducidad, yo sé… que algún día este dolor se transformará, no en olvido. Nunca en olvido, sino en una forma nueva de amar, una forma que no duele tanto, una forma que abrace la ausencia sin morirme en ella.

Porque aunque no veo salida, tengo la certeza de que Él sí la tiene, y mientras tanto, me dejo guiar… con los ojos cerrados y el alma rota, pero con fé.

“Y si ves que me levanto… no es porque no duela. Es porque Dios me levanta por mí

#miatusonrisasiempre

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Alexa Robertson

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